EN POCAS PALABRAS...
Cuando recibí las bases del Tercer Concurso Internacional organizado por la Comunidad Literaria Versos Compartidos, con sede en Montevideo, decidí enfrentar el desafío. Un doble desafío: explorar un género nuevo para mí –el microrrelato- y aventurarme en un tema sobre el cual no había escrito antes –el misterio-. En la palabra “explorar” está la clave: fue recorrer sin mapas un mundo desconocido.
El microrrelato exige llevar al límite la condensación de las ideas, y esto no es lo acostumbrado para un escritor de cuentos o novelas. Un microrrelato no es el resumen de un cuento; hay que exprimir el lenguaje para contar una historia con el mínimo de palabras. Tampoco se trata de cualquier historia: debe tener, como los cuentos, introducción, nudo y desenlace. Más todavía, un desenlace súbito y sorprendente. La dificultad es mayor cuanto menor es el límite que imponen las bases de un certamen.
El misterio –tema propuesto en esta ocasión- también era para mí un territorio extraño. Tuve que darle vueltas y vueltas a la palabra; desarmarla; disociarla; encontrar en sus ecos diversos significados y asociarlos con posibles argumentos. Todo eso, sin caer en lo trillado: aunque dicen que ya todo está escrito, la originalidad siempre es necesaria.
Cuando encontré la idea, cuando hice una primera escritura de lo que quizá llegaría a ser un microrrelato, seguí ensayando, condensando, comprimiendo. Hubiera sido más fácil hacerle caso al impulso de decir “no puedo” y desistir.
Poco a poco, la historia fue cobrando forma, tono, ritmo, a la vez que decrecía el número de palabras. Y al final, cuando estuvo terminada, llegó ese conocido entusiasmo que hace olvidar el desencanto y que trae consigo el deseo de empezar una nueva historia.
Agradezco a la Comunidad Literaria Versos Compartidos, de Montevideo, por el Segundo Premio otorgado a “La cita” y su inclusión en la Antología “Microrrelatos de Misterio”. Los invito a leerlo en la sección “OBRA”.