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SOBRE LOS GUARDIANES DE LA MEMORIA...

Dice José Saramago:


“Olvidar es la muerte definitiva y si conseguimos no olvidar, aunque sabemos que no es posible guardar todo en la memoria, eso será prolongar la vida y los nombres de las personas, dotarlas de otra existencia. Quizá, al fin y al cabo, sea esa la tarea más importante del escritor…”.


Desde hace más de diez años me ronda el interés por el tema de la inmigración. Durante este tiempo me pregunté y me sigo preguntando: ¿Por qué trato de rescatar sus historias? ¿Por qué escribo sobre ellos? Son preguntas recurrentes que circulan y generan respuestas parciales, nunca del todo convincentes.

A veces pienso que puede ser una manera de lidiar con la muerte; de recobrar a los que ya no están. Escribo para devolverles la voz a aquellos que abandonaron su patria y, al hacerlo, perdieron su lengua y su cultura; aquellos a los que les alteraron sus nombres y les distorsionaron sus apellidos; aquellos que confundieron las palabras que usaban para decir qué y quiénes eran; los que, al nacer en una tierra y morir en otra, vivieron escindidos. Escribiendo, les presto mi voz para decir lo que tuvieron que callar; lo que el dolor les impidió revelar. Escribo sobre ellos para que no se vayan del todo. Las personas mueren cuando ya no queda nadie que pronuncie sus nombres.

Desde el principio imaginé este libro como un collage hecho con imágenes y recuerdos; con objetos cargados de sentido; con pertenencias de los seres amados a las que algunos protegieron de la desidia y la destrucción. Las vidas de esas personas se convirtieron en fragmentos desde el momento en que decidieron emigrar: trozos de “acá” y de “allá”; lo abandonado y lo soñado; lo logrado y lo perdido; el vaivén entre la propia patria y la de los hijos. Por eso un collage para hablar sobre inmigrantes: para unir esos fragmentos en un todo que cobre significado y permita entender ese universo.

Este no es un libro de Historia ni de Sociología; en él abundan las arbitrariedades que un escritor se puede permitir. Lo componen relatos de inmigrantes y de sus descendientes, provenientes de distintos países, pero hermanados en sus sufrimientos y alegrías, en sus vidas hechas de luces y de sombras. Fueron hombres y mujeres que trabajaron duro por un ideal, que marcaron fuertemente una época, que se dedicaron a mejorar su condición, pero que en mayor medida se proyectaron en los que vendrían a sucederlos.

Son historias de inmigrantes llegados a nuestro país entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX. Es un recorte caprichoso, basado en razones afectivas: entre esa multitud estuvieron también mis ancestros. Libro-collage, conformado por vivencias de seres anónimos que en el imaginario de sus hijos y nietos están rodeados por un aura de heroísmo. ¿Y por qué no sería así, si les deben su ser y estar en el mundo? También ellos, con sus testimonios, recrean las voces ancestrales. Son voces de hoy que traen a la vida a aquellas otras; voces que reflejan lo que cada uno recuerda de lo que vivió o de lo que le fue transmitido; sucesos guardados en la memoria, a veces frágil, a veces engañosa, plagada de intersticios por los que se cuela el olvido.

Libro-collage que también da lugar a las ficciones, como un intento de poner en escena un devenir que no siempre es relatado; porque no se sabe, porque no se puede, porque no se quiere. Pueblan estas páginas personas reales y personajes que pudieron serlo. ¿Quién es capaz de asegurar que entre esos millones de destinos ignorados no hubo algunos como estos?


Diversidad de voces y de espacios; núcleos temáticos en torno al origen, a la vida como viaje, al destino. Historias que generan preguntas y respuestas sobre nuestra identidad: ¿quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Por qué y para qué hago esto?

Personas reales y personajes: las primeras vivirán mientras alguien tire de los hilos de la memoria; los otros pueden cobrar vida cada vez que se abran las tapas de este libro.

Introducción de "Los hilos de la memoria" (fragmento)

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