PARA QUE NO SE VAYA DEL TODO
Hay personas que llegan a nuestras vidas como un regalo. Eso fue para mí Guillermo Cavallo.
En mi primer libro (“En busca de un tiempo olvidado. Un viaje a mis raíces para recobrar historias de inmigrantes”) relataba cómo, desde mi infancia, me había atraído un enigma familiar:
“[…] una sensación de extrañeza al escuchar que mis bisabuelos, al radicarse en la provincia de Córdoba, habían dejado en Santa Fe a hermanos de ambos, con los cuales no habían vuelto a tener contacto. Me preguntaba cómo era posible ese alejamiento y el hecho de que nadie conociera las razones del mismo y de la ulterior falta de datos sobre ellos. Sentía un fuerte deseo de saber quiénes eran; en especial, aquel hermano de mi bisabuelo al que se aludía siempre. De él, ni siquiera lograba conocer el nombre, y fueron [las huellas] de esa persona enigmática [las] que comencé a buscar afanosamente”.
[…]
“Después de años de seguir ese rastro, encontré a Guillermo Cavallo (descendiente por línea materna de Pedro Fassi). Él me devolvió la parte de la historia familiar que me faltaba; me contó algunas anécdotas sobre mi “andariego” bisabuelo y, como un valioso tesoro, me envió la foto de mis bisabuelos junto a sus nueve hijos”.
En esa fotografía reconocí a mi abuelo cuando era adolescente.
Entre cartas y conversaciones telefónicas construimos una amistad que duró casi diez años.
Hace unos días, Guillermo se fue. Quién sabe cuántas historias se llevó: sobre nuestra familia, nuestros ancestros, nuestras raíces.
Guillermo se fue, pero yo seguiré tirando de los hilos de la memoria para que no se vaya del todo.