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QUINCE AÑOS...


Hoy, vísperas de mi cumpleaños 58, recordé el día en que cumplí "los 15".

Recordé a mi padre; a ese hombre bueno, capaz de hacer lo que fuera por los que amaba. Recordé su regalo para mí ese día.

Nací a las 9.40 de un domingo de enero. Nunca supe por qué -o no lo recuerdo- él quiso festejar la vida, MI VIDA, de una manera especial. Creo que tenía alma de romántico.

Esa mañana fue muy temprano a un negocio en el centro de la ciudad, en el cual vendían discos (aquellos "simples" de vinilo) y compró uno con el "Vals de los 15 años".

Volvió a casa, puso el tocadiscos junto a mi cama y, exactamente a las 9.40 hs., me despertó con esa música. Fue su manera de honrar mi vida.

¡Mi padre, que solía lamentar su imposibilidad de darme mejores cosas materiales, me hizo ese día el más bello regalo para que conservara su recuerdo hasta el fin de mis días!

Si hoy estuviera a mi lado, si mañana lo tuviera conmigo, recordaríamos aquel día y, quizás, inventaríamos juntos el "Vals de los 58 años".

Creo que mi padre era un romántico disimulado tras la tosquedad de su historia de campesino con poca escolaridad; sin embargo tantos detalles, como el del vals, su amor por las plantas, su alegría ante cada brote de los frutales que cultivaba, su amor hacia los caballos y tantas otras cosas que hoy no caben en mis palabras, mostraban su alma bondadosa. Aunque tenía muchos defectos, era tan sensible como para despertar con un vals a su hija adolescente en el preciso momento en el que había visto la luz por primera vez.

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